¿Querer dejar de vivir? ¿Yo? La primera y última vez que había sentido eso fue cuando tenía tan sólo dieciséis añitos. Y no pensé que se repetiría, sinceramente. No lo imaginé.
Y ahora vino él a mi vida, a hacer que vuelva a sentirme de esa manera. Estoy pasando por otras cosas. Pero son cosas que ya he pasado, como la recurrente separación de mis padres, como el estrés por el estudio. Me conozco y sé que no me siento así por esas otras cosas. Me siento así por las cosas que él me hace pasar.
A él:
Ya no te quiero más. El nivel de desconsideración que me tenés es inmensurable. Dí muchísimo por vos y cuando necesité algo de vos tuve que rogar cada vez o incluso jamás lo conseguí. Me reduje a cenizas. Abandoné mi dignidad. Perdí mi integridad. Deshecha. Así me siento.
No tengo fuerzas para darle a mis seres queridos la alegría que solía darles. No tengo fuerza para darme a mí misma la alegría que solía darme.
Es todo efímero. Toda alegría es fugaz. Efímera. Me descompongo en lágrimas.
Me hiciste daño y lo seguís haciendo.
Te dí todos los permisos. En todos los sentidos. Te dí accesos que jamás valoraste, porque cuando pedí lo mismo, nunca cediste.
Tuviste tanta suerte de tenerme.
Mentiría si dijese que te deseo el bien.
Volviendo a lo de la psicóloga. A ella le digo todo lo que yo hago mal. Pero nunca menciono lo que él hace mal. Queda como que tengo mucho que trabajar de mi persona. Queda como que él es un santo.
¡Ella no sabe cuán lejos está él de ser un santo! ¡Me caigo de un trigésimo piso antes de afirmar que él es un santo!
Nadie que sepa todo lo que yo viví podría decir semejante mentira.
¿Cómo le hacés todo esto a una persona? Pregunto devuelta: ¿Cómo le hacés todo esto a una persona que decís amar? Pregunto otra vez más: ¿Cómo le hacés todo este daño a una persona que decís amar más de lo que nunca amaste?
¿Será posible mentir tanto?
¿Y será posible que yo sea tan crédula?
Todo es posible. Absolutamente todo es posible.
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