Personas que ya me daban la impresión de ser una mierda, me confirmaron que lo eran. Pero de la peor manera. Sin detalles. No hay detalles. No hay explicaciones. Me lo guardo. Me lo meto en donde no da la luz. Repudio y decepción es lo que siento. Pero me reservo los detalles. El nivel de enojo es notablemente grande. Pero no lo hablo más. Esta, ojalá sea la última vez que lo mencione.
Dormir y despertar en otro lugar. En un bosque. Dentro de una carpa. Con el sonido de distintas aves y el olor a árboles y a tierra. El frío pero también el sol. La respiración. Inhalación y exhalación, de aire que se siente fresco, hasta que mis dos pulmones se purifiquen.
No voy a detenerme y a preguntarme a quiénes llamé amigos. No voy a preguntarme por qué. Por qué los elegí. Por qué me eligieron. Y por qué me desecharon cuando los necesitaba pero ellos ya me habían necesitado.
Una patada. Una patada fuerte en las caras simbólicas a absolutamente todos ellos.
No soy yo. Es el odio hablando y escribiendo por mí. Es la tristeza e impotencia de no poder estar triste porque la gente siempre me vio feliz. Y cuando ya no lo estoy, me descartan como un juguete que se rompió, como un objeto que ya no sirve.
Y ya me dí cuenta de que en el cuarto párrafo volví a escribir sobre lo que en el segundo dije que ya no mencionaría.
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