¿A quién le digo que estoy quebrando, sin molestar?
¿A quién le digo que me estoy cayendo otra vez? ¿A quién le digo que tal vez todo el tiempo estoy ahí, caída, pero tan sólo lo disfrazo bien? Tal vez eso no sea cierto. Tal vez mi alegría sí sea auténtica. Pero me cuesta creerlo cuando el cambio de un estado al otro es tan repentino. Cuando se me deja dos minutos a solas y aparecen tan de pronto esos pensamientos de desprecio hacia mí misma. De desesperanza.
Tengo miedo. Tengo miedo de no poder lograrlo. Tengo miedo de no poder amar de nuevo sin miedo. Esperen, ¿alguna vez yo amé sin miedo? No estoy segura de eso, la verdad.
Ya tenía heridas. Ya tenía inseguridades. Ya tenía problemas internos. Y no dudó en dejarme plantados unos cuantos más. Debe haberle sido fácil. No parecía costarle. Parecía serle más fácil causarme malos pasares que alegrías.
Escribo porque si no, me ahogo. Escribo porque si no, podría hablarle a alguien y luego sentirme culpable por transmitir una mala energía. Escribo y mientras escribo voy dejando de llorar y me entretengo pensando en la belleza de la escritura. De esta escritura.
Cuando era una bebé y lloraba, me calmaban con cantos, con murmullos que imitaban el sonido del viento. Hoy ya no puedo pedir que me calmen así. Tal vez alguien lo haría, pero mis penas necesitan desenvolverse. Ya no emito el llanto ininteligible de una bebé. Ahora necesito plasmar lo que siento. Y a veces es tanto que no quiero quitarle semejante cantidad de tiempo a nadie. Ni a un terapeuta. Y a veces es tanto que ni siquiera me dan ganas de escribirlo.
Volviendo al tercer párrafo... Creo que así de fácil como le fue llegar a mi vida como un tornado que causó más destrozo del que había, le fue irse sin la mínima intención de siquiera ayudar a reparar aunque sea una fracción de ese daño. Se siente como estar naufragando después de que un tsunami arrasó con todo. Se siente como estar en una recta, parada sobre un pequeño número positivo, para descender y no hasta el cero, sino hasta pasar bien abajo, del lado de los negativos. Hacía un número grande... pero negativo.
No tenía mucho. No tenía mucha autoestima. Pero ahora directamente ya no tengo, en realidad. Pareciera que sí. Pero yo bien sé que no. Yo bien sé que me siento menos. Que siento que no soy elección de nadie. Creí serlo para él... y luego descubrí que no lo era. Que al parecer yo era la opción de fácil alcance. El modo de menos dificultad del videojuego.
Lo que sí es muy difícil de entender es por qué tuve que ser forzada a quedarme ahí por tanto tiempo. Y no voy a tolerar una opinión negando que lo fui, porque yo misma sé que jamás me fue tan difícil irme de un lugar. Que me hicieron creer que yo importaba demasiado y que el que me fuera podría ser literalmente lo peor del mundo. Hasta que empecé a dudar. Hasta que empecé a preguntarme, ¿por qué soy tratada de esta manera, si me dice que le soy tan importante? Luego sólo quedó descubrir la verdad por mi cuenta. Y así supe que yo solamente era el pasatiempo de un narcisista.