miércoles, 1 de mayo de 2024

Atrapada entre la penumbra y la luz

 Son tiempos de querer usar el arte como escape mental, y fallar en el momento en que, lejos de ser eso que busco, se convierte en otro factor más para hacerme sentir presionada. Quiero compartir eso que hago, esas fotos que saco o esos videos que edito con el vasto conocimiento de edición que tengo (por ahora lo único que hago es colocar filtros y elegir un audio que para mí le dé "atmósfera"). Pero una vez que lo hago, no puedo negar que la falta de validación externa me altera, y bastante. Y eso me da ganas de desaparecer. Y me da ganas de encerrarme y no mostrar nada nunca más.

Hubo un tiempo muy distinto donde apenas me importaba si otros validaban eso que yo compartía. Que subía hasta más de un video cantando (muchísima exposición en comparación con lo que hago ahora) y lo dejaba en mis historias de Instagram por las 24 horas que corresponden hasta que expire por su cuenta, o lo que es más, lo dejaba publicado en mi propio perfil. Ahora, cuando subo un video cantando, soy capaz de borrarlo dentro de los primeros minutos que lo subí. Y sólo a historias; de dejarlo en el perfil ya ni hablamos. 

Es como si dentro mío estuviera viviendo un monstruo, un demonio, un ente muy cruel que me tira abajo en el instante en que pienso que algo que hice es digno de ser visto y apreciado por otros. Me hace sentir que estoy tratando de llamar la atención, cuando yo sé que desde el inicio la intención nunca fue esa, sino tan sólo mostrar algo. ¿Busco que sea, cuanto menos, aprobado? Sí, claro. Si no fuera así, no lo borraría después de ver que no obtuvo reacción alguna. Pero lo interesante y lo que me lleva a preocuparme por mi actual estado es que últimamente no estoy siquiera dejando oportunidad de que nadie llegue a reaccionar. Publico, lo veo un par de veces, apreciándolo por mi cuenta, pero en el momento en que aparecen esos pensamientos creados por este ente que describí, me apuro a borrarlo y ruego que la menor cantidad de personas posible lo haya visto.

No sé bien de dónde sale esa necesidad urgente de validación ajena. No sé de dónde sale el autorechazo. Tampoco sé si quiero saberlo. Si quiero excavar tan profundo dentro de mí misma. Pero sé que es algo relativamente nuevo. Como si me estuviera consumiendo una sombra que no me pertenece. Porque yo no era tan así. 

Es una pena, porque yo sé que quiero estar bien. Que dentro mío quisiera que haya una voz más amigable conmigo misma, en lugar de esta especie de demonio que emana inseguridad. Quiero tener una amiga en mí y no a una enemiga.

Tal vez existan herramientas para trabajar esto. Bueno, no me cabe duda de que las hay. Pero, atrapada en un limbo entre la penumbra y la luz es como me siento. Porque, si bien permanezco más del lado de la penumbra, algunas veces cruzo y estoy en la luz, y de nuevo algo me tira y vuelvo a la oscuridad. Y así constantemente. Como... como si realmente quisiera salir, pero me queda más cómodo permanecer incómoda, lamentándome cómo me siento y sin tomar la iniciativa de enfrentar a esta sombra que me acompaña a cada lado que voy.

Creo igualmente que escribirlo no deja de ser un paso inicial. Así que espero poder decir que estoy encaminada. Yo no busco oscuridad; busco luz. O al menos eso quiero creer. Pero en estos últimos meses se hizo bastante fuerte esa entidad que, como dije, me tironea llevándome hacia donde no quiero estar.

Puedo ver cómo en vez de hacerme cargo de todo esto yo misma, estoy tratando de representar a este mal como algo ajeno a mí. Creo que me acabo de dar cuenta. Y no sé qué decir al respecto. Parece irresponsable de mi parte. Capaz hasta es infantil. Decir "el monstruo", "el demonio", como si tuviera 5 años. Pienso que es como el resultado de desconocerme en esta forma de ser tan llena de tristeza, y querer creer que esto es nuevo para mí, para entonces decir que, en vez de ser yo, es otra cosa. Otra cosa que está viviendo rent-free en mi cabeza desde hace ya un buen tiempo y quiero/necesito que se vaya.


sábado, 6 de enero de 2024

No sé qué hubiera sido mejor

Hace varios años canté en público por primera vez. Luego pasó más veces.
Ya no recuerdo cómo empezó todo. Pero hoy en día ya no siento que deba volver a hacerlo. Siento que me falta eso que llama la atención. Que tal vez todo estuvo siempre en mi imaginación. Tal vez nunca hubo tal talento.

Y no estoy diciendo que cante mal. Porque creo que eso me lo podrían haber dicho de ser así. Sólo estoy diciendo que no tengo nada impresionante en ese aspecto. Y sí, es shockeante, porque me expuse demasiado y me acuerdo que siempre después de cantar en vivo me sentí decepcionada, al verme y escucharme en una filmación. 

A veces quiero decir que ojalá alguien me hubiese dicho lo mal que canto. O lo poco especial que suena mi voz. Pero también pienso ahora que puedo agradecer la oportunidad que se me dió. La paciencia que se me tuvo y la sensibilidad para no herir mis sentimientos diciéndome la verdad.

miércoles, 3 de enero de 2024

¿A quién...?

¿A quién le digo que estoy quebrando, sin molestar?
¿A quién le digo que me estoy cayendo otra vez? ¿A quién le digo que tal vez todo el tiempo estoy ahí, caída, pero tan sólo lo disfrazo bien? Tal vez eso no sea cierto. Tal vez mi alegría sí sea auténtica. Pero me cuesta creerlo cuando el cambio de un estado al otro es tan repentino. Cuando se me deja dos minutos a solas y aparecen tan de pronto esos pensamientos de desprecio hacia mí misma. De desesperanza.

Tengo miedo. Tengo miedo de no poder lograrlo. Tengo miedo de no poder amar de nuevo sin miedo. Esperen, ¿alguna vez yo amé sin miedo? No estoy segura de eso, la verdad. 

Ya tenía heridas. Ya tenía inseguridades. Ya tenía problemas internos. Y no dudó en dejarme plantados unos cuantos más. Debe haberle sido fácil. No parecía costarle. Parecía serle más fácil causarme malos pasares que alegrías.

Escribo porque si no, me ahogo. Escribo porque si no, podría hablarle a alguien y luego sentirme culpable por transmitir una mala energía. Escribo y mientras escribo voy dejando de llorar y me entretengo pensando en la belleza de la escritura. De esta escritura. 

Cuando era una bebé y lloraba, me calmaban con cantos, con murmullos que imitaban el sonido del viento. Hoy ya no puedo pedir que me calmen así. Tal vez alguien lo haría, pero mis penas necesitan desenvolverse. Ya no emito el llanto ininteligible de una bebé. Ahora necesito plasmar lo que siento. Y a veces es tanto que no quiero quitarle semejante cantidad de tiempo a nadie. Ni a un terapeuta. Y a veces es tanto que ni siquiera me dan ganas de escribirlo. 

Volviendo al tercer párrafo... Creo que así de fácil como le fue llegar a mi vida como un tornado que causó más destrozo del que había, le fue irse sin la mínima intención de siquiera ayudar a reparar aunque sea una fracción de ese daño. Se siente como estar naufragando después de que un tsunami arrasó con todo. Se siente como estar en una recta, parada sobre un pequeño número positivo, para descender y no hasta el cero, sino hasta pasar bien abajo, del lado de los negativos. Hacía un número grande... pero negativo. 

No tenía mucho. No tenía mucha autoestima. Pero ahora directamente ya no tengo, en realidad. Pareciera que sí. Pero yo bien sé que no. Yo bien sé que me siento menos. Que siento que no soy elección de nadie. Creí serlo para él... y luego descubrí que no lo era. Que al parecer yo era la opción de fácil alcance. El modo de menos dificultad del videojuego. 

Lo que sí es muy difícil de entender es por qué tuve que ser forzada a quedarme ahí por tanto tiempo. Y no voy a tolerar una opinión negando que lo fui, porque yo misma sé que jamás me fue tan difícil irme de un lugar. Que me hicieron creer que yo importaba demasiado y que el que me fuera podría ser literalmente lo peor del mundo. Hasta que empecé a dudar. Hasta que empecé a preguntarme, ¿por qué soy tratada de esta manera, si me dice que le soy tan importante? Luego sólo quedó descubrir la verdad por mi cuenta. Y así supe que yo solamente era el pasatiempo de un narcisista.